martes, diciembre 26, 2006

Vivir del cuento

Dicen que con la edad se pierda la vergüenza, pero si nunca la has tenido, dime Mandito, qué te quedará. Lo he puesto así, completico, con su amado librito porque su figura es tan añeja, vetusta y obsoleta como el librito que dice haber escrito muy orgulloso. Y no lo dudo. Me viene a la mente tanto en el diseño como la imagen representada, las figuritas de los libros de textos de hace décadas atrás. Vaya andares los de Valladares, vuelve a las andadas como anduvo él solito al bajar del avión que lo condujo a Francia, donde se quedaron con la carabina al hombro, o mejor dicho, con la silla de ruedas esperando al pobre, después de haber hecho circular su mito, en contraste con las imágenes tomadas en su celda donde caminaba de lo más bonito y hasta hacía gimnasia, pero estas últimas imágenes (¡oh, libertad de expresión! ¡Oh, libertad de prensa!) no fueron divulgadas.
No le podemos quitar el mérito a este Andersen falsoparapléjico de Bush (denominación que le otorgó muy acertadamente cierto intelectual prestigioso de CUBA y que con su permiso le tomaré prestada) de ser de los innovadores. Su ejemplo está vigente entre la disidencia actual que lo ha tomado como paradigma de lo que es posible inventar para ganarse las simpatías de la claque miamense y adláteres europeos. No lo llevemos recio, la imagen que él guarda de los niños cubanos es precisamente la que aparece en la portada. Como agente represivo en la época prerevolucionaria no pudo conocer las sonrisas de los niños cubanos, ni como preso, ni como inválido, ni como poeta, ni como representante de los derechos humanos con etiqueta “Made in USA”, ni en Miami, ¿cómo vas a conocer la de los niños de Cuba actual?. Es un libro a su medida (y a su precio) porque mientras el libro Vamos a Cuba, podía consultarlo cualquier niño en sus escuelas, éste tiene el valor, bien simbólico, de $5.00USD.
¡Ay Mandito!, ni escarmientas, ni aprendes, ni acabas de poner el huevo... lo tuyo es seguir viviendo del cuento.